Cuando estaba en la secundaria en México, tenía una maestra de español a la que apreciaba mucho, se llamaba Carmen. Aunque su materia no era de mis favoritas, con el paso del tiempo lo termino siendo. Sus clases de literatura nos transportaban a todos los lugares históricos que cambiaron en su época los ideales de la sociedad. Con sus historias realicé muchos viajes de imaginación sin necesitar avión alguno. Sus historias me llevaban a donde estuvieron David y Goliat en tierras de oriente, a Grecia donde tomo lugar la Ilíada de Homero, a tierras toscanas con los poemas de Dante, a las tierras andaluzas con el Quijote y al imperio ruso con Leo Tolstoi y su obra de Guerra y Paz. La literatura me inspiro tanto que desde entonces me he propuesto viajar a estos lugares, encontrando en cada uno de ellos bellas memorias de estas lecturas sin necesitar guía turística. Finalmente, las obras que cambiaron todas las percepciones sociales con sus paradigmas y contradicciones en mi juventud, fueron “Les Miserables” por Víctor Hugo y “Las Uvas de la Ira” de John Steinbeck. Ambas obras me ayudaron a sembrar una semilla de compasión y responsabilidad social que por ende me han dado una perspectiva diferente hacia las necesidades de los demás.
Irónicamente, “Las Uvas de la Ira” fue una novela que yo misma viví de alguna manera durante mi infancia, al recorrer con mi familia las rutas de la “pizca” desde México hasta el estado de Washington, pasando por Oregón, Montana y terminando en California para la “pizca” de la cereza y de la uva. La palabra correcta es “recolección de fruta”, pero por respeto a los migrantes agrícolas que se parten el lomo a diario para hacer posible que estas frutas y verduras frescas lleguen en las mejores condiciones hasta los supermercados de todos los Estados Unidos, yo le sigo llamando "pizca".
Nosotros éramos “trabajadores temporales”, ya que regresábamos a México después de los veranos. Recuerdo que todos mis compañeros de clase se maravillaban de lo genial de mis vacaciones al comentarles los lugares que había recorrido durante mi estancia en los Estados Unidos, sin imaginar que aunque parecería un viaje de campamento y aventura, más bien era algo así como un viaje de jornaleros siguiendo una ruta de frutas que tenían que ser recolectadas. A pesar de eso, para los ojos de una niña como yo, siempre eran viajes de aventura y exploración, era la oportunidad de hacer experimentos con la tierra, de construir casitas de las ramitas de madera que caían de los cerezos, de observar hojas con orificios, bichos, frutas secas, estrellas fugaces y lagos profundos en paisajes encantados.
¿Por qué escribo esto?
Primero, porque hace poco tuve la oportunidad de ver la película de los Miserables que me trajo grandes memorias de mis lecturas y me pareció genial. No son los mejores cantantes, pero si muy buenos actores. Segundo, porque tiene un mensaje de responsabilidad social y este me hizo recordar que todos la tenemos. Digamos que la película idealiza la bondad de los clérigos de la iglesia católica, la filantropía y generosidad de un hombre como Jean Val jean, la justa pero injusta obligación de la autoridad y tristemente muestra la realidad grotesca de los sufrimientos que padecemos los seres humanos, los miserables. Tercero, porque en esta última categoría es donde aún se encuentran los hispanos indocumentados de este país, aquellos que tuvieron la suerte de cruzar hasta este lado del río en busca de mejores oportunidades, pero que aún siguen siendo una sociedad al parecer marginada y marcada por su estatus ilegal. Los que más me llama la atención por su condición de vida, son los que siguen recolectando fruta, los” pizcadores”, los llamados “migrant workers” y los niños de estos que ayudan a sus padres en la pizca. Pienso: ¿Qué de la educación de estos pequeños? ¿Qué de aquellos que no obtuvieron una oportunidad como yo o como otros? ¿Qué de aquellos que tendrán que seguir el oficio de sus padres por generaciones sin poder alcanzar el sueño americano? ¿Qué de aquellos que llegaron a la universidad, pero no pueden obtener un trabajo digno de su esfuerzo por su estatus migratorio?
Ahí es cuando reflexiono en la noción de que todos tenemos una responsabilidad social, para seguir alentando a las minorías hispanas a obtener una educación superior. Todo por el bienestar de las familias, por el llegar a ser una mayoría educada en números y por la oportunidad de alcanzar los sueños sin el obstáculo de ser etiquetado por un estatus legal.
P.D. Vean este documental de niños que trabajan en la "pizca" y la pagina web para ayudar de alguna manera. Se llama “The Harvest” o “La Cozecha” producida por Roberto Rumano. Lean este articulo sobre la esclavitud en este país.