Hace poco me enteré que mi historia aparece en un libro titulado Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, edición de México, publicado por la editorial Planeta. Me enteré en una entrevista que me hicieron para el Podcast de Big leaders – Big Ideas de Ey. Pueden escuchar el podcast en esta liga, o lo pueden buscar en Spotify.
No he leído el libro porque no tengo una copia personal, pero me hicieron llegar un video que narra mi historia, narrada por Valentin Mendez del Instituto de Ciencias para el Cultivo Humano. Super cool narración, por cierto.
Me da mucho gusto saber que aparezco en un libro. ¡Wow! Que emoción y privilegio, pero me hubiera gustado que el autor del libro o la editorial me hubiesen contactado para verificar algunos datos porque como toda ingeniería, soy OCD para la precisión y tampoco quisiera que las personas se confundan pensando que algunas cosas son ciertas. Digo, no soy fan de ponerle crema a los tacos. Aun así, estoy contenta porque algunas chicas que lo han leído me han contactado por Instagram (@dorothyruizmartinez) para decirme que la historia les ha inspirado, lo cual me da mucho gusto.
Uno en ocasiones pierde la perspectiva en la rutina del trabajo sin pensar que lo que haces inspira a otros y este tipo de cosas reajusta tu GPS para que veas las cosas desde el gran panorama de otros, sobre todo desde los zapatos de una niña que sueña con lograr algo. Así que a esas chicas que me contactan, muchas gracias por su interés y sigan adelante persiguiendo sus sueños. También me gustaría agradecer al autor y a la editorial que decidieron incluir la historia en el libro. Un día muy lejano, escribiré mi propio libro. Por lo pronto, lean este artículo que NASA publicó sobre mi historia en el 2014.
Algunas cosas que me gustaría aclarar sobre mi historia en el libro de Cuentos de Buenas Noches para Niñas Rebeldes:
Mis compañeros de High School no me llamaban “nopalera”. Esto ocurrió años después, cuando ya estaba trabajando en la NASA y un chef mexicano muy conocido en Houston que me presentaron en un evento, me llamó “nopalera” tras enterarse que crecí en el estado de San Luis Potosí (ya se imaginaran la charla tan incómoda). Ya en otras ocasiones posteriores, algunos compatriotas mexicanos me han llamado así tras enterarse que vengo de la región del altiplano, donde crecen muchos nopales. Así que solamente quería aclarar que han sido los propios paisanos que han utilizado este término con una connotación racista. Que triste que seamos así, ¿no creen?
Hablando de nopales, no voy a mandar nopales a la luna, aunque me encantaría. En el 2011 propuse un proyecto de investigación en la NASA junto con otro colega para estudiar el nopal opuntia y sus posibles usos en la Estación Espacial Internacional. En este proyecto también invitamos a un colaborador científico de México. El proyecto fue aprobado e hicimos la investigación, pero nunca fue mandado al espacio. Aun así, espero un día retomar este proyecto y que fregón seria mandar nopales a la luna y a marte.
Lo que si es cierto de toda esta historia es que soy orgullosamente “nopalera”. Los nopales son un símbolo cultural, de identidad y de costumbres culinarias. Así que “cállese ignorante” para quien le caiga el saco.
Como no apreciar los nopales, no solamente por su valor nutritivo, hello, “Super Food”, sino que representan la región del desierto del altiplano donde crecí, pero también son parte de mi historia de vida y de mis tradiciones en familia. Mi bisabuela removía las espinas y cortaba las pencas de los nopales en trocitos con una destreza y rapidez incomparables y luego los cocinaba muy al estilo ranchero (de la región donde ella creció en los ejidos de La Puerta de Aguilar y San Miguel, en el municipio de Doctor Arroyo). Esa manera de cocinar los nopales fue traspasado a mi abuela y después a mí.
¡Bueno estimados lectores, ya me voy porque se me
antojaron los nopales!
Nopales de mi jardín |